Con todo esto, muchas ideas andan revoloteando mi mente últimamente, entre las cuales hay aun un gran lugar para la Argentina. Mucho hablar sobre ignotos países genera la apariencia de que me desinteresa el mío; nada más alejado de la realidad. Particularmente la política exterior argentina está en una situación que creo que merece algunas reflexiones que trasciendan lo mediático y lo 'facilista'. Cuando uno estudia científicamente un objeto debe ser capaz de aprehender estructuras teóricas que le permitan acercarse a su objeto de estudio con una razonable objetividad y claridad de niveles de análisis y variables.
Cuando digo "lo mediático" me refiero a esos clichés que se infunden ampliamente entre medios de comunicación tanto opositores como oficialistas. Un ejemplo claro de esto es el debate sobre si la Argentina está o no aislada del mundo. Cada parte aprovecha cada pequeño evento para intentar evidenciar que su hipótesis es la correcta, en un juego político inconducente.
Creo que es evidente que un país que ha formado parte del Consejo de Seguridad durante 2 ocasiones en los últimos 10 años, no está aislado del mundo. No hacen falta más pruebas que esa para refutar una hipótesis tan vacua que, incluso, no resiste el mero análisis metafísico: ningún país, por definición, está aislado.
Da la sensación que Argentina recupera terreno perdido, mientras sus vecinos ganan espacios antes no adquiridos. Creo que el desafío argentino hoy es lograr redefinir cuál es su espacio en la región y en el mundo, con capacidad de iniciativa y con un proyecto profesional que le permita verdaderamente diversificar y sobretodo profundizar sus lazos económicos. En otro nivel de análisis, es necesario recomponer dentro del organigrama del Estado el rol del Ministerio de Relaciones Exteriores en el diseño de la política exterior. En los últimos años, su posición se ha visto relegada, en varios ámbitos, a una oficina auxiliar para proyectos elaborados, por ejemplo, desde el Ministerio de Economía. La búsqueda de mercados no tradicionales, como Vietnam, Azerbaiyán y Angola, se explica en gran medida como parte de un deseo de la Secretaría de Comercio de potenciar las exportaciones argentinas y captar divisas. Las Embajadas, así, se parecen a oficinas de enlace.
La política y los discursos pueden ser buenos, pero producir y comerciar son la única real fuente de crecimiento económico y de desarrollo; y la política exterior debe estar al servicio de estos fines.